domingo, 27 de diciembre de 2009

Navidad junto al Padre Kentenich



COMPARTIMOS A CONTINUACIÓN EL MENSAJE DADO POR EL PADRE KENTENICH EN LAS NAVIDADES DEL 63 Y DEL 67.

Las siguientes palabras las expresó nuestro Padre fundador en la Navidad de 1963:“Cristo tiene que nacer de nuevo. Por eso hay que permanecer fieles a lo que quisimos desde la primera hora: cultivar el amor a María Santísima. Precisamente porque ella no sólo es el camino hacia una vida de intimidad con el Padre del cielo sino también camino para que Cristo vuelva a nacer de nuevo hoy, en estos novísimos tiempos.
Mantengamos la fidelidad a nuestra Alianza de Amor. Ella es la fuente de vida no sólo de nuestras ideas sino también de todos nuestros propósitos y objetivos. Si no guardamos esta fidelidad a la Alianza de Amor, ¿de dónde sacaremos fuerzas? Porque, veamos, ¿qué talentos tenemos? Seamos sinceros y admitamos que somos como pigmeos y liliputienses. Que una fe profunda nos mueva a no desear otra cosa que llevar a María Santísima al campo de batalla y darle la oportunidad de alumbrar allí nuevamente a Cristo.”

En 1967; año antes de su fallecimiento, el Padre Kentenich pronunció estas palabras en el día de Navidad, las podemos sentir como una herencia y como una tarea:
“Resumiendo, diría que lo que ahora queremos desearnos y regalarnos mutuamente es, evidentemente, regalarle nuestro corazón al Padre Dios. Es decir, tomar muy en serio la Alianza de Amor con el Padre celestial. No únicamente con el Padre celestial, sino con todo el orden sobrenatural. Pero esto no sólo excluye sino que exige que repitamos lo que yo hice personalmente. ¿Qué queremos repetir? En la medida que regalamos nuestros corazones al Dios eterno en infinito, al mismo tiempo, nos entregamos el corazón unos a otros.
Vean ustedes, si queremos ser un “ejército en orden de batalla”, si queremos ser una nueva comunidad, si queremos inaugurar e instaurar un nuevo orden social, entonces resulta obvio que todo este orden social se sustenta gracias a que los corazones se encuentran unos con otros; a que la fusión de corazones con el cielo se convierte en una amplia fusión de corazones de unos con otros. Por eso, nuestros corazones pertenecen a todos los miembros de la Familia. Mi corazón les pertenece a ustedes; sus corazones me pertenecen a mí; nuestros corazones pertenecen unos a otros. Si constituimos así una comunidad de corazones basada en la comunidad de corazones con el Padre Dios, con ello hemos puesto el fundamento más sólido para la historia de la Familia en los tiempos futuros. Amén.

AGRADECIMIENTOS: A CRIS POR LA FOTO.

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