viernes, 22 de mayo de 2009

Consecuencias del ideal Sagrarios Vivos




Se presenta a continuación la traducción de "Las consecuencias del Ideal Sagrario Vivo" según Monseñor Wissing.



“No tenemos una ‘ fe de sacristía’, sino la fe de que Dios nos conduce en t o d a situación de la vida. Tampoco tenemos una fe, ‘escondida en una caja de bombones’, para que nos sirvamos de vez en cuando y después la guardemos bien la cajita.” (P.Penners)
“En la alianza de amor, s a g r a r i o v i v o”, queremos y podemos ser en cualquier hora del día. Consideremos algo más de cerca las c o n s e c u e n c i a s de esta actitud. Seguramente ya hicimos ciertas experiencias.

Primera consecuencia: un sagrario debe estar c e r r a d o.
¿Qué podría pasar, si en una Iglesia el sagrario no estuviera cerrado? Hasta que deben guardar bien la resp. llave.
El ser cerrado expresa un sentido simbólico. Toda comunidad debe ser cerrada. Sino los miembros no pueden sentirse cobijados y la comunidad no tiene eficacia para afuera. Con razón, el Padre Fundador nos hizo escribir: “Háganse un círculo de guardianas unida, c e r r a d o y santo...”
Pero también cada personalidad, sobre todo, toda mujer que se siente como sagrario vivo, debe aspirar hacia este “ser cerrado.”

I. OBSERVACIONES:
a) Partamos de la antítesis, de la f a l t a del ser cerrado. ¿Cómo es?
Pensemos en ciertas conversaciones de nuestros colegas, sobre todo, los Lunes de mañana. No pocas veces, nos molesta lo que ahí exponen, sin frenos, de sus vivencias del fin de semana. Lo revelan por palabras, miradas y gestos ante los oídos y miradas de cualquiera. Uno se entera, sin quererlo, de lo que les gusta comer, cómo y con quién duermen, qué discusión tuvieron con su cónyuge, que están de mal humor, que están descompuestos...
Quiere decir que, ser cerrado significa: no revelar ante los demás, de un modo innecesario, la intimidad personal corporal o espiritual.
¿Cuáles son los m o t i v o s de la falta del ser cerrado?
Es deficiencia de tacto y de modestia y también el afán de hacerse interesante. Uno desea estar en el centro de atención, demostrar que no está out.
También puede ser el deseo desordenado de ser comprendido, o de mostrar su compasión o comprensión o una necesidad exagerada de charlar. El afán natural de contar, de uno mismo o de otros, sin respetar la intimidad propia o ajena, sin conservar secretos personales.
La necesidad de comunicación está muy fuerte en cada mujer. No obstante. debe “ser misterio, custodiar lo sagrado” propio y ajeno. Por lo tanto, hay que educar esta necesidad de comunicarse, hay que cultivar el “ser cerrado”.
Se sobreentiende que podemos abrirnos ante ciertas personas o en círculos de confianza.
Reflexionemos, dónde y cómo podrá ser esto.

b) Otra actitud equivocada es el e n c e r r a r s e e n s í misma.
Es un cuidarse miedosamente de no manifestar nada personal, un encerrarse en sí misma de tal modo, que no se puede entablar contactos con otros.
Mientras unos sobrepasan los límites del tacto, otros se cuidan demasiado. Puede ser como un “calambre interior”. Entonces tampoco se comprende bien expresiones ingenuas de otros...y se lo toma a mal.
El motivo de este encerrarse en sí mismo, no pocas veces, es un cierto orgullo, que le gusta distanciarse de los demás. A veces también es timidez, miedo o estrechez en el pensar, consecuencia de una educación errada.
Hay que tomar en cuenta el modo de ser personal, el temperamento y la originalidad de los pueblos. Sino uno podrá juzgar como falta lo que sólo es modo de ser natural, diferente a la que conocía hasta ahora... Queda en pie, que todo modo de ser debe ser educado y ennoblecido.
El ideal del ser cerrado está, como todo ideal, siempre en el medio, nunca en un extremo.
¿No es así que, a personas que poseen este ser cerrado, las experimentamos como humanamente muy cercanas y, al mismo tiempo, con una reserva noble; se dan de un modo libre y, no obstante, disciplinado: son personalidades cerradas y atrayentes a la vez.

2. Ejemplos de un ser cerrado vivido.
a) ¿Conocemos a mujeres que poseen este noble ser cerrado?
Recordemos la pequeña Sta. Teresita. ¿Fué reservada, a pesar de hablar de sus aspiraciones originales? Enseñó su nuevo “caminito pequeño” con mucha franqueza. No obstante, debe haber estado tan noblemente cerrada, que sus cohermanas pensaban que la abadesa no tendría nada para escribir en su necrología.
De un modo parecido, también la Hna. M.Emilie sabía custodiar su “misterio del Rey” y, al mismo tiempo, estar maternalmente abierta para sus alumnas y cohermanas.
Solemos mirar a María. Rezamos: “Aseméjanos a ti...” ¿Habló ella mucho de sí misma, de sus privilegios y gracias especiales, de la vida en familia con su Hijo Divino, de sus temores y preocupaciones por El, de los misterios que no pudo comprender? Su saber por el misterio más grande de la historia del mundo, lo guardó silenciosamente, a pesar de tener que ver, como San José sufría y de exponerse a grandes problemas y desprecios.
Conservó su ser cerrado hasta bajo la Cruz. Allí estaba de pie, como dice expresamente el evangelista. Dominaba su inmenso dolor y, con su Hijo, ofrecía el sacrificio de redención por nosotros. Fue tan fuerte y digna, que la soldadesca no se atrevió a molestarla. No obstante, nunca se puso al centro. Conocemos tan pocas palabras de ella, que hay exégetas que erróneamente piensan, de que María no tendría gran importancia.
Pero la reserva de María no la distanció de su ambiente. No se encerró en sí misma. Nada en ella fue “acalambrado”. Pensemos en las bodas de Caná. ¡Un sagrario vivo incomparable por su noble ser cerrado!.
b) Con gusto también recordamos a nuestro Padre y Fundador. Alguien que se encontró por primera vez con él, después repetía en voz baja, lleno de admiración y alegría: “Ahora sé, como es la Madre de Dios, sí, ahora lo sé.” El Padre fue semejante a María, también en su ser cerrado. Una prueba de esto es el respeto que él despertó en todos, con que se encontró. En su cercanía, a nadie se lo hubiera ocurrido decir o hacer cosas irreverentes. Pero todos buscaba su cercanía. Muchos comentaba con sorpresa, qué nobleza humana y atrayente irradiaba el Padre. Pudo estar serio y alegre, compartir las penas y las alegrías, aliviar las unas y causar las otras. Los niños de una familia que lo habían visitaba, comentaba entre sí: “ Un tal padre deberíamos tener.” “Sí, si por lo menos, se le pareciera exteriormente.”
Como estaba personalmente, como se sentía, esto había de adivinar. Nunca mostró necesidades o espectativas a alivios, honores o gratitud. Cuando había vuelto del campo de concentración, no contó de lo que había soportado y sufrído, sino de la fiel y generosa protección y ayuda de María y de la misión de Schoenstatt. Un informe de su visita a Dachau, después de 25 años, en ocasión de los festejos de las bodas de plata de la fundación de los Hnos. de María y de la Obra de flias. allí, dice lo siguiente:
“El sol quemaba. El viento movía fuertemente el techito de lona que cubría al Padre. El aparentemente no sentía nada de la alta temperatura. Estuvo de pie y hablaba con gran entusiasmo, hablaba como un profeta. Al contemplarlo y escucharlo, experimentamos Dachau con los ojos y el corazón de él. Ya no fue el lugar del exterminio, sino la ocasión, para que Dios y la Madre y Reina revelaran su poder y su bondad invencibles. Sospechamos lo que significa ‘el espíritu de Dachau’: un atmósfera sobrenatural y de entrega heroica.”

II. R E F L E X I O N E S.
l. El sentido del ser cerrado.
Es de una gran importancia
a) para cada una personalmente. Seguramente ya admiramos, a veces, una rosa hermosa. Sabemos que la rosa sólo está tan bella, mientras permanece cerrada. Cuando los pétalos se abren, la flor se marchita. Nunca abriríamos a la fuerza una rosa en flor.
Es una imagen para el valor del ser cerrado. Quien manifiesta sin reserva todo lo que experimenta y siente, está perdiendo, poco a poco, “sus pétalos” que le dan la hermosura, el valor. En consecuencia, no despierta más respeto en los demás, no se presenta como una personalidad reservada y noble. No merece más ser llamado “digna”. Ya dijimos que cada persona y, sobre todo, toda mujer debe tratar de custodiar “su misterio interior”. Es cierto, también sentimos una necesidad interior de poder abrirnos y confiar en alguien. Quien conoce bien la vida, sabe que esta necesidad nunca será satisfecha de todo por otro ser humano. Es nuestra tendencia hacia lo infinito que solo Dios la puede calmar definitivamente.
Otro ejemplo tomado de la naturaleza. Tal vez, ya vimos una vez un árbol grande, solo en medio del campo, sin ninguna protección. Debe tener raíces más fuertes y profundas que otro árbol dentro de un bosque, porque está mucho más expuesto a la intemperie.
Si contínuamente buscamos comprensión, admiración o consuelo en nuestro ambiente, ¿no parecemos entonces a un árbol débil que precisa a muchos para apoyarse? Puede ser que el Padre del cielo nos hace el regalo de una o algunas personas de confianza que realmente nos conducen bien. Deben indicarnos el camino recto a la autonomía e independencia vinculadas.
El Padre Kentenich dió mucha importancia a esta educación hacia “el hijo de Dios autónomo que obra libremente, por propia iniciativa.” A veces, Dios permite incomprensiones, desilusiones y soledad, para que crezcamos hacia lo profundo, lo sobrenatural que nos da fuerza y resistencia para la vida diaria. Anhelamos hacernos “fuertes y dignas” como personalidades maduras.
b) El ser cerrado también puede ser una bendición para los demás.
(Tanto la rosa cerrada como el árbol solitario, fuerte agradan y enaltecen al que los contempla.)
Miremos como otro ejemplo más un arroyuelo alegre. En su camino se le agregan siempre más aguas de todos lados, crece hasta ser un río que lleva barcos y mueve turbinas. ¿Pero si el arroyuelo no permaneciera dentro del cauce, sino mandaría su agua a todos lados? Quizás llamaría la atención por ser tan “amplio, multifacético”, pero no tendría mucha fuerza o causaría inundaciones dañinas.
El ser cerrado nos protege de semejante “caminar sin cauce” que derrocha las fuerzas o las invierte mal. Hay que respetar el cauce, los límites, para guardar y aumentar la riqueza interior. Sólo entonces podemos servir bien a otros, regalarles de nuestras “riquezas”. Para eso debemos custodiar y cultivar nuestro ser cerrado.
Miremos nuestro ideal ser sagrario vivo. Nos indica la riqueza sobrenatural, divina que podemos guardar en nuestro interior. No lo queremos guardar sólo para nosotras en particular. No, deseamos compartirlo con muchos. Es el sentido del apostolado. Pero justo por eso, primero debemos estar seguras de “nuestra riqueza de gracias”. Esto no será posible, si siempre dejamos “abiertas” las puertas de nuestro sagrario, si dejamos salir nuestra riqueza interior de un modo superficial, sin control y freno. Un sagrario vivo tiene tiempos y oportunidades, para estar cerrado y otras, para abrirse y regalar de su riqueza preciosa.
Resumen: ¿Qué sentido tiene el ser cerrado?
¿Por qué es especialmente importante para una mujer?
¿Cómo nos ayuda en el apostolado como mujeres maduras, autónomas y
atrayentes?
2. Presupuestos para el ser cerrado.
Lo más importante es: estar convencida de su valor personal, afirmar y asumir el particular modo de ser.
a) Qué nos dice esto a nosotras mismas?
Todas conocemos el anhelo de sentirnos valiosa y de ser reconocidas como tales. Pero no debemos buscar este reconocimiento, contínuamente y en cualquier lado u ocasión. En general, el amor del Padre nos da a ciertas personas que nos reconocen a fondo y que nos dicen: “¡Que bueno que tú existas!” También ya sabemos que, no obstante, estas vinculaciones humanas nos pueden desilusionar, hacer sufrir mucho. Solamente Dios nos aprecia totalmente, porque El nos ha creado, aprecia su “obra de arte” y conoce su valor.
Sobre todo, nos ama como a sus hijas.
¿Nos damos cuenta, como Sch. nos ayuda a desarrollar bien nuestra conciencia del valor personal? Por la alianza de amor, por la fe práctica en la Divina Providencia, por la conciencia de misión, de ser instrumento y por todos los ideales, no como último, el de ser sagrario vivo. Nos enseña que como y en Cristo y María somos hijas amadas del Padre del cielo. Quien está en casa en la espiritualidad de Sch., fácilmente encuentra su libertad interior, experimenta su valor y madura hacia ser una personalidad noble y rica interiormente.
b) ¿Qué significa en las relación con los demás?
Lo mismo como nosotras, toda persona anhela ser apreciada y respetada. Cada una es creatura e imagen de Dios, tan amada de parte de El, que entregó a su Hijo Unigénito, para que podamos llegar a El. (Cfr. Rom. 8,32)
“ Si tratamos a las personas como si serían lo que tuvieran que ser,
entonces conseguimos que realmente lleguen a este fin.” (J.W.v.Goethe)
Tratamos a regalar a toda persona respeto y benevolencia. El Padre Fundador citaba a veces el lema de una noble familia italiana: “ Bentivoglio - quiero tu bien, te quiero bien.”
En la alianza de amor nos toca a manifestar esta benevolencia a toda persona, reflejando el amor de Dios y de la Mater. Dicho de paso: ¡no olvidemos a las hermanas de grupo y de rama!
Al mismo tiempo, deseamos a ayudar a los demás, a conservar y custodiar su intimidad. Nuestra benevolencia siempre debe estar unida a respeto, prudencia y tacto.
Preguntemos:¿Cómo es mi autoconciencia de mi valor interior?
¿Como puedo cultivarlo?
¿Cómo debo regalar respeto y benevolencia a los demás?
Bien sabemos, de que modo nuestra sociedad masificada hiere y quita la conciencia del valor personal, sobre todo a personas jóvenes. O se ofrece a ayudar sicológicamente en el descubrimiento o desarrollo del propio yo, pero hiriendo, desnudando la intimidad, quitando todos los “tabús”. Tacto, respeto, intimidad noble, benevolencia son conceptos olvidados en la vida pública y privada... Pertenece a nuestra misión: esforzarnos que se reconozca el valor y la dignidad del ser humano y que nuestras mujeres vuelvan a “sospechar” lo que es la nobleza y riqueza de la femeneidad auténtica. “La riqueza de la Reina está en su interior.”

III. I N D I C A C I O N E S:
Hace algunos años que nuestro Padre y Fundador nos dió 4 indicaciones. Queremos aceptarlas como un don personal de él.
Un sagrario vivo debe conocer:
1. Apertura para el Dios Uno y Trino.
Pensemos en la palabra del Padre del “hombre del más allá”. En los ejercicios de este año escuchamos: “Ser sagrario vivo significa tener un oído muy fino y dejarse obsequiar.” Queremos estar ampliamente abiertas para la realidad sobrenatual...
2. Estar cerrado para el espíritu del mundo.
Somos y seremos siendo siempre personas heridas por el pecado original, a pesar de las muchas gracias recibidas. El ego instintivo y egoísta siempre está despierto. Junto con toda la libertad y seguridad interiores, con la autoconciencia recta y el reconocimiento de nuestros valores, nunca debemos renunciar a una prudente autodisciplina. La primera Acta de Fundación lo llama “seria autoeducación”. En las aspiraciones por el ser cerrado nos hace falta todo lo el Padre Fundador nos enseñó como “muros de protección” para la pureza y la virginidad.
3. Vivir en nuestra atmósfera.
Nos referimos a la “atmósfera de Sch.”. La encontramos en nuestro santuario-hogar y en el grupo y la rama. Regularmente debemos buscar esta atmósfera y hundirnos en ella..
4. Estar decididas de ser fieles y de obrar con valentía.
Para esto un cuentito: Una persona viaja en un tren. En cada estación mira por la ventana y suspira. Otro viajero le pregunta, si le duele algo. “No”, dice la persona, “pero estoy viajando en la dirección contraria. Sé que tendría que bajar. Pero acá dentro está tan lindo calentito. ¿Cuál es nuestro puntito que “es tan lindo calentito”?
Recordemos la hermosa definición de nuestro Padre de la mujer, que él anhela regalar a la Iglesia:
“Una mujer noble, que en sencillez interior enaltecedora y autoconciencia, llena de Dios, posee el espíritu de la libertad disciplinada...” (De una carta de la cárcel de Coblenza)

EL SAGRARIO VIVO A B I E R T O
Un sagrario debe estar bien cerrado. (Tema anterior.)
Pero también debe abrirse, para ofrecer su riqueza.
Estar abierta para los demás, tener empatía, preocuparnos por otros, son actitudes que exige el apostolado. Pensando en el “árbol de la grandeza femenina”, se trata del “tronco” que es la maternidad servicial y vigorosa.
I. REFLEXIONES:
l. La relación e influencia mutuas entre estar cerrado y estar abierto.
a) poder abrirse supone, estar cerrado.
Pensemos en el tema anterior. Quien quiere ofrece algo, primero debe poseerlo con seguridad. La propia riqueza hay que custodiar y aumentarla, antes de poder compartirla.
Luego hace falta, estar cerrado..(En este sentido fue nuestro propósito último.)
También habíamos reconocido que ser cerrado significa, respetar y conservar la intimidad propia y ajena. Exige autodisciplina, dominio sobre la superficialidad, el anhelo de confiarse y de buscar comprensión y apoyo, aspiraciones serias hacia la madurez femenina. Quien no lucha interiormente por esta madurez disciplinada, no puede ser maternal y servicial. Edith Stein dice: “Sólo seremos mujeres buscadas por los que precisan acogida, mujeres que atienden los clamores más suaves y tímidos, si nuestra alma está vacía de sí misma y cerrada hacia afuera.”
b) Pero al mismo tiempo vale: el ser cerrado precisa el ser abierto para los demás.
¿Por qué? Sino el ser cerrado nos lleva a girar sólo en torno nuestro, hacernos egoístas religiosas. En lugar de llegar a ser una mujer que regala acogida y vida, se transforma en una linda “estatua” fría. Es lo que se teme erróneamente de la virginidad. Pero la virginidad y pureza debe ser, al mismo tiempo, entrega servicial y maternal. Luego, el ser cerrado debe ser complementado por el estar abierto para las necesidades que nos rodean, en último término, para los intereses de Dios en el mundo...
No pasemos por alto: este estar abierto no sólo exige entrega y renuncia, sino también nos enriquece. Pueden confirmarlo todas las madres de familia y también todas las personas apostólicas. Se amplía el horizonte propio, se gana más experiencia, se recibe muchos impulsos nobles para rezar y preocuparse por los demás, se aprende ser paciente y tolerante. Servir maternalmente nos exige bondad, pero también nos hace más bondadosas.
“...fuerte y digna, sencilla y b o n d a d o s a, repartiendo amor, paz y alegría.”
Schiller dice en su “Poesía de la campana”: Donde se unen lo severo y lo cariñoso, lo fuerte y lo bondadoso, ahí se produce un sonido agradable...”
La cuestión es, poder aplicar cada uno en el momento oportuno.
c) Hay muchos ejemplos:
El que siempre de nuevo nos impresiona, nos da la Madre de Dios, después de su gran hora en Nazaret. A pesar del milagro incomprensible que experimenta, atiende las palabras secundarias que el Arcángel le dice de su prima Isabel. Sin demora va presurosa, para servir a la parienta mayor, siendo El Sagrario Vivo. En toda su vida manifiesta apertura para las necesidades de los hombres. Debajo de la Cruz, ofrece a su Hijo Divino por la redención de toda la humanidad. Ahí Cristo la proclama como nuestra Madre. En Ella vemos lo que es la autentica femeneidad. Nuestro Padre nos dice:
“ ¿Cuál es la esencia del modo de ser femenino? Es la maternidad virginal... Cada mujer, también la casada, debe conservar la tendencia hacia la virginidad, (la castidad correspondiente a su estado de vida) y la mujer virginal debe cultivar la tendencia hacia la maternidad (espiritual).”
Recordemos la pequeña Sta. Teresita. A pesar de vivir como Carmelita en clausura estricta, fue declarada “Patrona de las misiones”, porque tuvo un corazón ampliamente abierto por las necesidades del Reino de Dios...
2. La capacidad de la mujer para la maternidad amplia y abierta.
a) Hoy en día, a veces, se opina que, lo que llamamos femeneidad sólo sería un producto de la educación de la mujer. Dicen que, desde siglos, se enseña a las niñas a cuidar y a proteger. P. ej. por los juegos con muñecas. Pero cada uno que de veras trata con niñas sabe, que hay una innata tendencia natural en toda niña, de cobijar, amparar, curar, consolar ...
Nuestro Padre dijo que, en la naturaleza de la mujer “hay una tendencia a la maternidad, sumamente fuerte”. - “Está profundamento anclada en la naturaleza de la mujer, el querer ocuparse de alguien y servir a la vida.” - “Y las que no pueden servir directa, palpablemente a la vida, deben hacerlo espiritualmente.” (P.K.)
Preguntémonos, cómo nos sintiésemos, si no tendríamos a nadie para apoyarlo, cuidarlo o conducirlo. Fijémonos en ciertas mujeres que de veras no tienen a nadie a su cargo. Derrochan su maternidad sobre perros y gatos...
Es una prueba de que se trata de una tendencia propia de la naturaleza femenina. Si no está encauzada rectamente o si no puede desplegarse bien, se tergiversa.
El estar abierto para otros, también puede ser sólo s u p e r f i c i a l. Puede ser satisfacción de la curiosidad, hasta un entremeterse sin respeto en la intimidad ajena.
También puede haber una preocupación maternal e x a g e r a d a. Hay mujeres que se olvidan de sí misma de un modo malsano.
¿Encontramos aún otras formas equivocadas de maternidad o servicialidad, sobre todo en nuestra vida apostólica?
Lo más importante es, el amor materno n o debe servir al egoísmo, al instinto de satisfacer al propio yo. Esto se demuestra, si el corazón se cierra, cuando no recibe el reconocimiento esperado.
b) Nos damos cuenta, que nuestro noble instinto natural, debe ser cultivado y enaltecido. Debemos desplegar toda nuestra energía. Pero precisamos, sobre todo, la fuerza de la gracia divina.
Desde el bautismo, en que fuímos hechos sagrarios vivos, disponemos de suficientes gracias, que debemos conservar y aprovechar bien. DIOS QUIERE OBRAR POR NOSOTRAS.
- Como mujeres estamos en una relación especial con el Espíritu Santo.
Es la Persona divina que se revela especialmente en y por la mujer. En su ser cerrado virginal refleja al “Dios desconocido”; en su entrega maternal, el Amor Divino personalizado. María, la Reina de todas las mujeres, la llamamos esposa e instrumento del Espíritu Santo. (Cfr. Luc. 1,35)
Pero el Espíritu Santo desea revelarse a través de toda mujer, especialmente de cada “sagrario vivo”. El Padre nos dice:
“...En y por la Madre de Dios debemos hacernos imágenes, símbolos del Espíritu Santo,
amor personalizado y también instrumento del Espíritu Santo. El amor del Espíritu Santo debe llenar nuestro corazón y, por nuestro corazón, llegar al mundo..”
¿Confiamos en esta fuerza real, sobrenatural, si nos abrimos para otros? Por estas gracias divinas podemos ser “fuertes y bondadosas” a la vez.
“Espíritu Santo, viento y fuego
y, a la vez, ternura y bondad ,
ven a mi alma y perfecciona mi ser.”
Perfecciona en mí tu imagen, como brilla en MARÍA. Aseméjame a Ella.
- Solemos decir: “En la alianza de amor, sagrario vivo.” (Como símbolo elegimos el sagrario en el Santuario.) Quiere decir, que nuestra Madre y Reina de Sch. desea obrar, desde su Santuario, a través nuestro. Como nos pusimos a su dispocisión, podemos confiar en su ayuda.
Ella nos revela su ideal de vida, en la hora en que se hace Sagrario Vivo. “Ecce ancilla domini - pequeña sierva del Señor”. Sierva, servicialidad, es otra palabra más vigorosa para maternidad. Pero el Padre nos llama la atención sobre que “la Madre de Dios n o dijo ‘ancilla viri - sierva del varón’. La servicialidad de la mujer no depende del varón, sino es innata en su ser femenino.”
En el ambiente y la atmósfera actual, en que nos toca vivir, se desprecia todo lo que tiene que ver con servir y servicio, más aún que la maternidad. Entonces nos puede costar, estar servicialmente a disposición de otros, aunque sea para el apostolado. Pensemos que servimos a nuestra Reina y con Ella al Reino de Dios. Este “servicio” nos enaltece.
* No pocas veces, nos cae el ánimo, porque no vemos ningún éxito. Parecen inútiles nuestras preocupaciones por otros. Pero “ser, en la AA, sagrario abierto”, significa no sólo trabajar para Dios, sino también que, en la AA, nada se pierde, todo sirve para el Capital de Gracias. “En el éxito o en el fracaso anunciaremos siempre tu amor.”
* La AA además nos da “derechos de amor” a las gracias especiales del Santuario y muchas otras gracias actuales. Pensemos, cómo nos ayudan las gracias originales del Santuario, justamente en el servicio apostólico.. . “Fuerte y digna, sencilla y bondadosa, irradiando amor, paz y alegría.”
Después de estas reflexiones, pensemos en la
R E A L I Z A C I Ó N:
Es completamente imposible hablar de todas las necesidades y posibilidades para el servir maternalmente, sobre todo en el apostolado. Además ya tenemos bastante experiencias. No obstante, queremos considerar un poco más las tres indicaciones siguientes:
1. Estar ampliamente abierta en el rezar.
En el “sagrario abierto” podemos encontrar algo del concepto posconciliar de la Iglesia. Ya no la consideramos como una roca estática, a la cual los hombres deben peregrinar, sino como un barco que va en ayuda de los hombres, en las tempestades del tiempo. Esto trae consecuencias para nuestro modo de rezar. Dicho simplificado: el “sagrario abierto” reza de otro modo que el “sagrario cerrado”.
a) En principio:
Rezar significa: elevar el corazón hacia Dios, de corazón contactarse con Dios, mostrar a Dios todo lo que está en el corazón. Esto comprende el peligro que, en la oración personal, solitaria uno depende de su sentimiento o gira demasiado en torno a sí misma. Es algo normal y humanamente justificado. Si se conversa con una persona querida, también se comenta un poco, como uno se siente o que le preocupa. Entonces ¿qué está bien al rezar?
- Buscar un contacto espiritual, personal de amor, de comunión y de acogida. También en nuestra oración podemos esperar lo que Jesús experimentó, cuando conversó con su Padre. “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puesto mi agrado.” Sentimos cobijamiento y confianza filiales. Dios está cerca, nos acoge en su amor paternal. Jesús estuvo lleno de confianza en el Padre, hasta que en su oración en el Monte de los Olivos, ante su pasión tremenda.
- El orar del Señor también nos enseña que nuestra oración debe ser respetuosa y dispuesta a obedecer. La oración es un intercambio de corazones, pero también una escuela para la apertura a la voluntad del Padre. “No se haga mi voluntad, sino la tuya.” Esta entrega filial capacitó a Jesús a la entrega total por todos los hombres, le dió un amor universal. También en nuestra oración debe resonar toda nuestra entrega humana-filial.
b) Cuánta amplitud tiene nuestro orar como “sagrario abierto?
Para poder rezar con gran amplitud, debemos estar abiertas para nuestra hermosa misión: aminorar la distancia entre el cielo y la tierra, entre la religión y la vida, en lo posible, superarla de todo.
- Luego, nuestro sagrario debe estar abierto para la oración de alabanza, de gratitud y de adoración. ¿Tenemos una mirada amplia para los dones que Dios nos regala en toda la creación, las alegrías que nos causa por la redención, nos damos cuenta, en el día de trabajo, de las pruebas de amor que nos da?
- La realidad humana y mundana que nos rodea debe resonar en nuestras oraciones. ¿Para qué y por quién rezamos, p e d i m o s? Seguramente tenemos muchas intenciones y preocupaciones a presentar al Señor. ¿Rezamos también por el buen uso del tiempo libre - por los problemas en el trabajo y en la vida de los colegas o vecinos - por las víctimas de los crímenes y por los criminales, los políticos, los accidentales, los artistas que admiramos o rechazamos, por todo lo que nos traen los medios de comunicación social? Al ser sagrario vivo corresponde un modo de rezar que une a todos y pide por todos.
2. Flexibilidad en la vida cotidiana.
Flexibilidad es consecuencia de nuestro ser humano. Dios es invariable y, al mismo tiempo, flexible. Somos imágenes suyos. Luego deberíamos ser seguros y fieles y, al mismo tiempo, flexibles.
Dios es actividad pura, contínuamente crea, renueva y conserva. A esto nos referimos si hablamos del “Dios de la vida”. Dios nos conduce con su fiel misericordia, nos sorprende siempre de nuevo por cambios y novedades que nos exigen flexibilidad filial. Sólo así, en fidelidad flexible, podemos seguir los caminos de Dios . Recién en la eternidad no nos costará más esfuerzos, seguir a nuestro Padre.
- Nuestro Padre Fundador tuvo una muy grande fortaleza y fidelidad a los principios y, al mismo tiempo, una sorprendente flexibilidad y capacidad de adaptarse a toda circunstancia. Por eso lo experimentamos como una personalidad armónica, atrayente.
- Después de la ascención del Señor, MARÍA conservaba fielmente todo lo que su Hijo había dicho y hecho, pero también, ayudó a la Iglesia jóven a asumir lo que el Espíritu Santo le indicaba.
b) ¿Y nosotras? ¿No somos, a veces, demasiado “conservadoras”. Es cierto, debemos y queremos conservar fielmente nuestros principios, en esto, ser “invariables”. Pero fácilmente se confunde fidelidad con “cabeza dura”, con insistencia en m i opinión, en mis planes (¿caprichos?) ¿Somos flexibles ante las propuestas nuevas en el grupo, en Schoenstatt, en la parroquia, en el trabajo? Ser flexible es señal de estar interiormente jóven.
¿Y ante Dios y nuestra Madre y Reina? ¿Somos dúctiles o “enganchadas” en nuestros planes y anhelos? ¿Pensamos que sólo vale nuestro estilo? ¿Pensamos que e s t o, n o , ¡esto a mí no me debe pasar!?
“El sagrario vivo” aspira diariamente para ser, a la vez, fiel y flexible...
3. Comprensible en el trato con los demás.
a) Para poder tratar bien a otros hace falta ser c o m p r e n s i b l e.
A veces, pensamos haber comprendido a alguien, si lo entendimos con la mente. Es una comprensión muy superficial. Realmente comprendimos a otra persona, cuando en nuestro corazón presentimos los m o t i v o s de su reaccionar o actuar. Recién cuando sospechamos en el corazón lo que mueve el corazón del otro, podemos comprender la causa de sus faltas o sus virtudes. Con empatía debo tratar de ponerme en el lugar del otro, ver con sus ojos, juzgar con su corazón..
b) Para ser comprensible, hace falta ser a b n e g a d a.
El Padre Fundador fue de la opinión que, la mujer abnegada está especialmente capacitada para comprender a otros. Los varones, a veces, s a b e n mucho, pero les cuesta, entablar una relación de comprensión mutua. La mejor manera de llegar a comprender al otro es, no esperar de él nada para mí. Sólo debo abrirme para el otro, ser como una “donación desinteresada” para él, compartir desinteresadamente su destino o sus intereses.
Solamente esta actitud tiene expectativa a poder “abrir” al otro, para poder ayudarle.
Aquí llegamos en nuestro intento común de comprender y asumir las consecuencias de nuestro ideal “Sagrario vivo”. Resta el desafío de aplicar personalmente a la vida diaria lo que reconocimos. Los esfuerzos los ofrecemos a nuestra Madre y Reina, en el Santuario, para que Ella recorra en nosotros nuestro tiempo, como “Sagrario vivo”, ofreciendo a todos al Redentor del mundo, que nos convierte en hijos felices en el Reino del Padre. ---
“Nadie de nosotros puede impedir la fría atmósfera sin fe, que nos rodea. Hay sólo dos alternativas: o ser compenetrado del frío o compenetrarlo. O nosotros nos enfríamos también, o calentamos de nuevo la atmósfera nuestra. No existe otra posibilidad.”
Monseñor Wissing.

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